La nueva sociedad industrial: La fábrica demandó cada vez más de trabajadores
(obreros), la mayoría de ellos habían sido campesinos que debieron
abandonar sus tierras porque habían sido cercadas. Se vieron obligados a vender su fuerza de trabajo
por un salario, muy bajo, apenas les alcanzaba para subsistir, además eran
explotados ya que trabajaban todo el día. Como el dinero no alcanzaba, los
niños y las mujeres también trabajaban en las fábricas. Los sectores medios
estaban conformados por pequeños industriales, pequeños y medianos
comerciantes, intelectuales, como periodistas, médicos, etc. Los capataces y
administrativos se ubicaban en un nivel inferior. La nueva sociedad estaba
dividida por Burgueses (dueños de las
fabricas) y el proletariado (obreros/ trabajadores)
Las consecuencias sociales de la Revolución Industrial: Gracias al maquinismo, se produjo un acelerado
aumento de la producción. La mayor capacidad productiva de la fábrica, que producía más en menos tiempo, abarató
el precio por unidad de las mercancías. La oferta de productos manufacturados,
de buena calidad y más barato, constituyó una competencia ruinosa para la antigua producción artesanal. Los bajos
salarios y las largas jornadas de trabajo en las fábricas garantizaron la
rentabilidad de la inversión en la industria que creció aceleradamente.
El rol de la mujer en la Revolución Industrial: En esta época, en el proceso de
industrialización y con los cambios en las condiciones básicas de la vida
económica y social, el papel de la mujer
cambió rotundamente. A
partir del descubrimiento de la máquina
de vapor en 1789, se incorpora una innovación que requiere de obreros para su
funcionamiento; es así que la mujer
vuelve a convertirse en un instrumento útil para participar en la ida
laboral. Sin embargo, las mujeres
seguían siendo inferiores a los hombres, ya que podían trabajar en las
minas, pero cobrando salarios mucho más
bajos y sometiéndose a condiciones de trabajo inhumanas.
El rol de los niños en la Revolución Industrial: los niños trabajaban tanto como los adultos y, además, lo hacían en condiciones infrahumanas. Los cuerpos de los
niños, por su pequeño
tamaño, eran ideales para introducirse
en las minas, y eran brutalmente explotados
a cambio de un pequeño salario. Gracias a la aparición de los sindicatos, las
condiciones laborales se fueron normalizando hasta llegar a ser lo que son hoy
en día. Pero sólo tras décadas de explotación y sufrimiento
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